La crisis económica en Cuba ha alcanzado dimensiones sin precedentes en las últimas décadas, generando un profundo impacto en los sistemas productivos, el acceso a bienes básicos y la vida cotidiana, pero también en la salud mental del pueblo cubano.
La falta de alimentos, los cortes eléctricos constantes, el colapso del sistema de salud pública, la inflación galopante, la pérdida de empleo y la migración forzada han creado un clima, donde el miedo, la ansiedad y la desesperanza se han vuelto emociones cotidianas.
Mientras que los titulares internacionales suelen centrarse en las cifras económicas, las sanciones, la caída del turismo o la escasez de medicamentos, poco se habla de la crisis psicológica silenciosa que atraviesan millones de cubanos día a día.
El agotamiento emocional, la tristeza crónica, los trastornos de ansiedad, la depresión y el aislamiento social están en aumento, especialmente entre los jóvenes, las madres solteras, los adultos mayores y quienes se quedan atrás en un país que se vacía lentamente por la migración.
Frente a este panorama, cuidar la salud mental en Cuba no debería ser un lujo ni un privilegio, sino un acto de resistencia cotidiana. Proteger nuestro bienestar emocional en medio de la incertidumbre, la escasez y el desencanto generalizado se vuelve una necesidad urgente y una herramienta de supervivencia psicológica.
En este artículo exploraremos cómo la salud mental en contextos de crisis no solo depende del acceso a profesionales o medicamentos, sino también del fortalecimiento del tejido social, de la espiritualidad, del arte, del autocuidado, y del poder de la comunidad como sostén emocional.
Indice
- La crisis económica en Cuba y su impacto en la vida diaria
- Migración masiva: el costo psicológico para miles de familias cubanas
- Consecuencias de la crisis en la salud mental de los cubanos
- Estrategias para cuidar la salud mental en medio de la crisis en Cuba
- Salud mental de los cubanos en el exterior: Cómo enfrentar las crisis
- El papel de la diáspora y la comunidad internacional en el cuidado de la salud mental cubana
- Perspectivas y esperanza en tiempos de crisis en Cuba
- Cuidar la salud mental también es resistir
La crisis económica en Cuba y su impacto en la vida diaria
La actual crisis económica en la isla no es solo una cuestión de indicadores macroeconómicos o estadísticas oficiales: es una realidad vivida con el cuerpo y con la mente. A diario, millones de cubanos enfrentan desafíos extremos para satisfacer necesidades básicas como alimentarse, acceder a medicamentos o planificar un futuro digno.
Uno de los elementos más visibles y angustiosos del deterioro social en Cuba es la escasez permanente. Hacer una cola de más de seis horas para conseguir un litro de aceite o una pastilla para la presión no es una excepción, sino una rutina.
Las tiendas desabastecidas, el racionamiento y el mercado informal como única alternativa, generan un estrés constante, que se acumula silenciosamente y mina la salud psicológica.
Este tipo de estrés no es pasajero ni controlable con fuerza de voluntad. Es un estrés tóxico, prolongado, que activa continuamente el sistema nervioso, generando síntomas como insomnio, irritabilidad, fatiga emocional, y una profunda sensación de agotamiento físico y mental.
La alimentación deficiente, unida a la escasez de productos de higiene y medicamentos, agrava aún más el estado general de salud, contribuyendo a un círculo vicioso entre el malestar físico y el deterioro emocional.
En este entorno, el concepto de “supervivencia” deja de ser una metáfora y se convierte en una realidad diaria. Y vivir en modo supervivencia tiene un alto costo psicológico.
A esto se le suman los apagones que por años han golpeado a la ciudadanía, afectando rutinas y horas de sueño, de manera que las personas no logran terminar sus tareas diarias y tampoco descansar en las noches para reponer fuerzas.
La incertidumbre es otro de los factores clave que afectan la salud mental en Cuba. La mayoría de las personas no puede prever qué pasará mañana: si habrá comida, si cortarán la luz, si el transporte funcionará, si podrán trabajar, o si los precios seguirán disparándose.
Esta sensación de inestabilidad constante alimenta la ansiedad, el miedo al futuro, la desesperanza y, en muchos casos, la parálisis emocional.
Además, la inflación descontrolada ha erosionado el poder adquisitivo de la población, haciendo que incluso quienes tienen empleo formal no puedan sostener sus necesidades básicas. La falta de oportunidades reales para progresar genera una sensación profunda de frustración, impotencia y pérdida de sentido.
La ausencia de proyectos de vida estables, especialmente entre jóvenes y profesionales, produce un tipo de depresión difícil de tratar, ya que está enraizada en condiciones sociales estructurales, no solo en desequilibrios químicos individuales.
Migración masiva: el costo psicológico para miles de familias cubanas

Uno de los impactos más profundos y menos hablados de la crisis cubana es la migración masiva. En los últimos años, cientos de miles de personas han abandonado la isla en busca de un futuro mejor, dejando atrás no solo sus hogares, sino también sus vínculos más importantes: padres, hijos, parejas, amistades.
Esta separación forzada crea una herida emocional colectiva, marcada por el duelo, la culpa, el abandono, la nostalgia y la incertidumbre por el reencuentro.
Para quienes se quedan, la migración no representa sólo una pérdida afectiva, sino también una carga emocional añadida. Muchas personas deben cuidar a familiares mayores, hacerse responsables de niños con padres ausentes, o depender económicamente de remesas que llegan con esfuerzo y preocupación desde el exterior.
La familia, que históricamente ha sido el núcleo de contención en la cultura cubana, se ve fragmentada por la distancia, lo que deja a muchas personas sin red emocional directa. En estos casos, la sensación de soledad puede llegar a ser tan devastadora como la escasez material.
Consecuencias de la crisis en la salud mental de los cubanos
A medida que el entorno se vuelve más hostil e incierto, las emociones negativas como el miedo, la tristeza y la frustración se intensifican, dando lugar a trastornos emocionales que antes eran menos visibles o más fácilmente gestionables.
La ansiedad y la depresión son dos de los trastornos mentales más reportados en el contexto cubano actual. La ansiedad se manifiesta a través de síntomas físicos como taquicardia, insomnio, falta de aire o tensión muscular, así como con pensamientos obsesivos sobre el futuro, la seguridad familiar o la subsistencia diaria.
Las personas viven en alerta constante, tratando de resolver lo inmediato, sin espacio para planificar ni descansar emocionalmente.
Por otro lado, la depresión ha aumentado visiblemente, sobre todo en adultos jóvenes y personas mayores. La pérdida de motivación, la tristeza persistente, la fatiga extrema y el aislamiento son señales cada vez más comunes.
Según investigaciones sobre salud mental en contextos de crisis económicas prolongadas, existe una correlación directa entre el deterioro económico y el incremento de trastornos depresivos, especialmente en poblaciones que experimentan pérdida de empleo, rupturas familiares y ausencia de apoyo institucional.
En Cuba, donde el acceso a medicamentos psiquiátricos es limitado y la atención psicológica profesional es insuficiente, estos trastornos muchas veces no reciben tratamiento adecuado, lo que agrava el problema a mediano y largo plazo.
Uno de los efectos más peligrosos de la crisis prolongada es la instauración de un estrés crónico generalizado. Este tipo de estrés, a diferencia del puntual, se mantiene en el tiempo, provocando un desgaste paulatino de la salud física y mental.
La población cubana vive en una dinámica de “resolver el día”, lidiando con colas interminables, apagones, transporte deficiente, inflación, salarios insuficientes y la imposibilidad de proyectarse hacia el futuro. Esta constante lucha por sobrevivir impide descansar, desconectarse, o pensar en el bienestar emocional como una prioridad.
El resultado es un agotamiento emocional colectivo. Muchas personas sienten que no pueden más, que cualquier esfuerzo es inútil, que nada cambia. Este cansancio no es solo físico, es existencial, y puede derivar en una desmotivación profunda, conocida también como fatiga por desesperanza.
Cuando todo esfuerzo parece insuficiente, cuando los proyectos personales se ven truncados por obstáculos estructurales, y cuando el futuro luce igual o peor que el presente, la desesperanza se convierte en un estado emocional predominante.
Este sentimiento de vacío y pérdida de sentido es uno de los factores que más incide en conductas autodestructivas, como el abandono escolar, el consumo de sustancias, o incluso los pensamientos suicidas.
Grupos vulnerables: jóvenes, mujeres y adultos mayores
Aunque la crisis afecta a toda la población, hay grupos particularmente vulnerables cuyo bienestar psicológico se ve afectado de manera más aguda.
Los jóvenes cubanos enfrentan una doble carga emocional: por un lado, viven la frustración de no poder proyectar un futuro en su propio país; por otro, asumen el peso emocional de decidir si migrar, separarse de su familia y comenzar desde cero en otro lugar.
La falta de oportunidades educativas, el desempleo y la desconfianza institucional han provocado una generación marcada por la incertidumbre, la apatía y el exilio forzado.
Las mujeres, especialmente las madres y cuidadoras, asumen múltiples roles en el hogar: son proveedoras, enfermeras, psicólogas, y contenedoras emocionales de sus familias.
La carga mental femenina se ha incrementado exponencialmente, generando altos niveles de estrés, ansiedad, y agotamiento físico y emocional. Además, en un entorno donde la violencia doméstica puede escalar en momentos de tensión, muchas mujeres también enfrentan riesgos psicológicos y físicos dentro de sus propios hogares.
No obstante, la crisis de salud mental no deja exento a los hombres. Al ser Cuba un país extremadamente machista, que un hombre se sienta deprimido o devastado puede parecer un signo de debilidad, y desembocar en que el afectado ni siquiera exprese sus emociones, llegando a ser consumido por ellas.
Los ancianos son uno de los grupos más desprotegidos. Muchos se han quedado solos por la migración de sus hijos y nietos. Enfrentan dificultades para acceder a medicamentos, servicios de salud, alimentos adecuados o simplemente compañía.
Estrategias para cuidar la salud mental en medio de la crisis en Cuba

La familia, a pesar de las tensiones y los desafíos, sigue siendo el núcleo más importante de apoyo emocional en Cuba. En tiempos de crisis, es vital mantener la comunicación abierta, empática y constante dentro del hogar. Hablar sobre lo que se siente —aunque sea difícil— puede aliviar cargas, prevenir conflictos y fortalecer los lazos afectivos.
Escuchar sin juzgar, compartir preocupaciones de forma respetuosa y evitar el aislamiento emocional dentro del hogar son prácticas sencillas, pero poderosas, que ayudan a prevenir el deterioro psicológico en tiempos de alta presión.
La incertidumbre permanente desorganiza no solo el entorno físico, sino también el mental. Una forma de combatir la sensación de caos es establecer rutinas diarias simples que den una estructura al tiempo y al cuerpo: horarios para comer, descansar, conversar, leer, moverse o simplemente desconectarse del estrés.
Tener una rutina —aunque sea flexible— ayuda a regular el estado de ánimo, da un sentido de control sobre lo cotidiano y reduce la ansiedad.
En la cultura cubana, la vida comunitaria ha sido históricamente un refugio. En momentos de crisis, fortalecer los lazos con los vecinos, participar en actividades de iglesias, círculos comunitarios o grupos culturales puede convertirse en una fuente invaluable de respaldo emocional y solidaridad práctica.
Estos espacios no solo ofrecen compañía, conversación y distracción, sino que también permiten compartir recursos, ideas y estrategias de supervivencia. En muchos barrios, los vecinos son quienes cuidan a los adultos mayores, cocinan juntos, intercambian medicamentos o simplemente se acompañan en el dolor.
Estudios en salud mental han demostrado que las personas que participan activamente en redes solidarias durante las crisis presentan niveles más bajos de depresión y ansiedad.
Integrarse a actividades culturales, proyectos artísticos, visitar museos, asistir al cine o al teatro, también pueden ayudar a liberar estrés y malos sentimientos.
El ejercicio físico es una de las formas más efectivas de reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo. No es necesario tener equipos sofisticados ni ir a un gimnasio: caminar, estirarse, bailar, hacer yoga o realizar ejercicios básicos en casa puede ayudar a liberar tensiones acumuladas y estimular la producción de endorfinas.
Además, realizar actividad física al aire libre —cuando sea posible y seguro— permite oxigenar el cuerpo, despejar la mente y reconectarse con el entorno.
Técnicas simples como la respiración consciente, la relajación muscular progresiva o la meditación guiada pueden marcar una gran diferencia en el manejo del estrés diario. Estas prácticas ayudan a reducir la ansiedad, mejorar la calidad del sueño y recuperar la calma en momentos de crisis emocional.
En muchos casos, no se requiere conexión a internet: basta con aprender algunos ejercicios básicos que se puedan repetir en momentos de tensión.
Aunque la alimentación en Cuba está severamente afectada por la escasez, es importante tratar de mantener un equilibrio nutricional dentro de las posibilidades.
Priorizar alimentos frescos cuando estén disponibles, hidratarse correctamente, evitar el exceso de azúcar o grasas cuando se pueda, y mantener horarios regulares para las comidas ayuda a estabilizar el cuerpo y la mente.
Aunque los recursos de salud mental en Cuba son limitados, existen psicólogos, psiquiatras y médicos generales en policlínicos y hospitales que pueden ofrecer atención. En algunas comunidades, se desarrollan proyectos psicosociales con profesionales que brindan apoyo gratuito o de bajo costo.
Si bien las condiciones del sistema de salud están deterioradas, buscar ayuda profesional cuando los síntomas emocionales se vuelven incapacitantes sigue siendo una alternativa valiosa. Muchas veces, incluso una conversación de orientación puede hacer una gran diferencia.
Salud mental de los cubanos en el exterior: Cómo enfrentar las crisis
Para quienes han emigrado —ya sea a EE.UU., España u otros países— existen recursos específicos para apoyar la salud mental de los cubanos en el exterior, especialmente aquellos que enfrentan el duelo migratorio, la soledad o el trauma del desarraigo.
En Estados Unidos, organizaciones como NAMI (National Alliance on Mental Illness) ofrecen recursos gratuitos en español, incluyendo líneas de ayuda confidenciales que conecta a personas con servicios de salud mental y adicciones.
En España, también existen iniciativas comunitarias y servicios públicos que ofrecen atención psicológica gratuita para migrantes, especialmente en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia.
El papel de la diáspora y la comunidad internacional en el cuidado de la salud mental cubana

Millones de cubanos que viven en el exterior —en especial en países como Estados Unidos, España, México y Canadá— mantienen un vínculo activo con sus familiares y amigos en la isla, sosteniéndolos material y afectivamente.
Este acompañamiento, aunque a veces invisible en los debates políticos o mediáticos, representa una línea de vida emocional para muchas personas que enfrentan la precariedad, la soledad y la desesperanza.
Los apoyos económicos enviados desde el extranjero no solo tienen un impacto en la economía doméstica cubana, sino que también alivian la presión psicológica que supone vivir en la escasez.
Poder comprar alimentos, medicamentos o artículos básicos gracias al apoyo de un familiar en el exterior reduce la ansiedad cotidiana y brinda una sensación de seguridad, aunque temporal.
Además, este tipo de apoyo refuerza los vínculos afectivos. Saber que hay alguien pendiente de ti, que hace un esfuerzo por ayudarte desde la distancia, fortalece la autoestima, el sentido de pertenencia y la conexión emocional, aspectos fundamentales para mantener la salud mental.
Más allá del dinero o la terapia profesional, la solidaridad emocional transnacional es un recurso intangible pero fundamental para la salud mental del pueblo cubano.
Las videollamadas, los mensajes de apoyo, los grupos de WhatsApp familiares o las redes de cubanos en la diáspora funcionan como espacios de contención emocional, donde se comparte no solo información, sino afecto, comprensión y esperanza.
También lo son las iniciativas artísticas, culturales o informativas que permiten a los cubanos de dentro y fuera sentirse parte de una misma historia, de una misma resistencia emocional.
Perspectivas y esperanza en tiempos de crisis en Cuba
En medio del colapso económico que vive Cuba, puede parecer que hablar de esperanza o perspectiva es ingenuo. Sin embargo, la historia demuestra que toda crisis, por más dura que sea, deja también aprendizajes colectivos y abre espacios para el cambio personal, familiar y social.
Entender el impacto psicológico de las crisis no es rendirse ante ellas, sino reconocerlas con lucidez, para actuar desde la conciencia y la compasión.
La relación entre crisis económicas y deterioro de la salud mental está ampliamente documentada en todo el mundo. En América Latina, Europa del Este, Asia o África, se han registrado aumentos de depresión, ansiedad, suicidio y violencia doméstica durante períodos de recesión, hiperinflación o desempleo masivo.
Esto demuestra que lo que hoy vive Cuba no es una excepción, sino parte de un patrón global en el que la salud emocional se ve seriamente comprometida cuando fallan los sistemas de protección social y económica.
Reconocer que este impacto psicológico es universal —y no un signo de debilidad individual— permite quitarle el estigma al sufrimiento emocional. Sentirse triste, agotado o desorientado no es una falla personal: es una respuesta humana a una situación inhumana.
Si algo ha demostrado el pueblo cubano a lo largo de su historia es una extraordinaria capacidad de adaptación, resistencia y solidaridad en medio de las adversidades más extremas.
Desde el “Período Especial” hasta las actuales olas migratorias, pasando por apagones, ciclones, crisis diplomáticas o pandemias, los cubanos han sabido reinventarse, cuidarse unos a otros y encontrar pequeñas fuentes de sentido en medio del caos.
Esta resiliencia colectiva, basada en el humor, la creatividad, la música, la fe, la familia y la comunidad, es un recurso psicológico invaluable. No elimina el dolor, pero ayuda a sostenerlo sin romperse.
Resistir no es solo sobrevivir. Es también cuidar la mente, proteger los vínculos y defender la humanidad propia y ajena cuando todo parece perder sentido.
Normalizar la conversación sobre salud mental es el primer paso hacia la sanación. Uno de los grandes desafíos en Cuba —como en muchas culturas latinoamericanas— es el estigma que aún existe alrededor de la salud mental.
Muchas personas siguen creyendo que ir al psicólogo es “para locos” o qué hablar de emociones es una señal de debilidad. Esta visión retrasa el acceso a ayuda, promueve el silencio, y deja a las personas más vulnerables sin herramientas de contención.
Es fundamental normalizar el diálogo sobre salud mental en todos los espacios: en la casa, en la escuela, en los medios, en la iglesia, en el barrio. Reconocer que todos necesitamos ayuda en algún momento, que cuidar la mente es tan vital como cuidar el cuerpo, y que expresar lo que sentimos no nos hace menos fuertes, sino más humanos.
Hablar salva. Escuchar salva. Acompañar salva.
Cuidar la salud mental también es resistir
La crisis económica en Cuba ha tocado todos los aspectos de la vida: el plato, el bolsillo, el techo, y también el corazón. Pero cuidar la salud mental no es un lujo para después, ni una preocupación menor. Es una necesidad tan urgente como encontrar comida, medicina o ingresos. Porque sin salud emocional, no hay energía para luchar, para cuidar a otros, para amar, para crear, para resistir.
Y aunque el contexto es adverso, existen prácticas concretas y accesibles para aliviar la carga emocional: desde rutinas simples y conversaciones familiares hasta redes comunitarias, ejercicios de respiración, apoyo profesional o acompañamiento transnacional.
La buena noticia es que no estamos solos. Dentro y fuera de Cuba hay personas, grupos y organizaciones comprometidas con el bienestar emocional del pueblo cubano. La diáspora, los vecinos, las iglesias, los terapeutas solidarios, los amigos, todos forman parte de un entramado posible de cuidado mutuo.
Hablar de salud mental hoy es también un acto de justicia, de resistencia y de esperanza. Porque aun en medio del colapso, la mente puede sanar, el alma puede encontrar consuelo, y la comunidad puede seguir siendo refugio.
Visita nuestra web para conocer más sobre Cuba, en todas sus aristas…
TE RECOMENDAMOS:
✅Para Recibir TODAS las Noticias GRATIS 👉Síguenos desde Aquí