La noche habanera fue testigo de un nuevo episodio de violencia que golpea, literalmente, al ya debilitado sistema de transporte público de la ciudad.
A las 3:35 a.m., en Calzada de Bejucal y calle 4ta, un ómnibus de la ruta P13, identificado con el número 341, fue apedreado, causando la rotura completa de uno de sus ventanales laterales.
Este hecho, denunciado por la Empresa Provincial de Transporte de La Habana y reportado por el chofer a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), refleja una preocupante escalada de vandalismo que está afectando cada vez más a las guaguas que recorren la capital.
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El ataque a la guagua de la P13 no es un caso aislado. De acuerdo con reportes recientes, al menos cuatro ómnibus han sido atacados en los últimos días:
El ómnibus 5248 de la ruta 37 fue apedreado en Santos Suárez, municipio Diez de Octubre. Otro vehículo de la ruta P11 sufrió un ataque similar el pasado 19 de abril. Días antes, un ómnibus de la ruta 23 fue blanco de piedras en el trayecto desde la Terminal de Lawton.
Estos actos, cometidos en plena madrugada, agravan aún más la crisis del transporte en La Habana, donde más de la mitad de los ómnibus están fuera de servicio por falta de repuestos, combustible o mantenimiento adecuado.
La Empresa Provincial de Transporte ha reiterado en sus comunicados la necesidad de “la unión entre el pueblo y la PNR” para detener estos actos que conspiran contra los esfuerzos de recuperación del transporte público.
En algunos casos anteriores, las autoridades informaron sobre detenciones de sospechosos gracias a la colaboración ciudadana, aunque la magnitud del problema parece superar la capacidad de respuesta.
Los números oficiales son alarmantes: 252 ómnibus operativos frente a 309 fuera de servicio en La Habana, una ciudad donde la demanda de transporte supera con creces la capacidad instalada.
Los ciudadanos enfrentan largas esperas, aglomeraciones y, ahora, el temor de ser víctimas de actos vandálicos mientras intentan llegar a sus destinos.
El transporte público, ya golpeado por la falta de recursos, enfrenta ahora una amenaza adicional que no solo deteriora los vehículos, sino que también pone en riesgo a los pasajeros y conductores.
Las autoridades no han dado explicaciones concretas sobre las motivaciones detrás de estos ataques, pero algunos analistas sugieren varias causas posibles:
Sea cual sea la razón, el resultado es un círculo vicioso: menos guaguas en las calles, más dificultades para la población, y mayor tensión social.
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