La reciente promesa de Donald Trump de “recuperar el control” del Canal de Panamá ha generado un revuelo geopolítico que no solo afecta a Estados Unidos y Panamá, sino que también plantea interrogantes para toda América Latina.
Durante su discurso de investidura como el 47° presidente de Estados Unidos, Trump calificó la transferencia del canal como un “error histórico” y señaló a China como una influencia negativa en la administración de esta infraestructura clave para el comercio global.
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El Canal de Panamá, operativo desde 1914 y administrado por Panamá desde 1999, conecta los océanos Atlántico y Pacífico. Este canal es esencial para el comercio mundial, representando aproximadamente el 3% del comercio internacional.
Sin embargo, Trump considera que el tratado Torrijos-Carter, que permitió la transferencia de su administración a Panamá, “traicionó los intereses estratégicos de Estados Unidos”.
El presidente también acusó a China de ejercer un control indebido sobre las operaciones del canal, afirmando que las tarifas impuestas a los barcos estadounidenses son desproporcionadas.
Estas declaraciones han encendido alarmas en Panamá, cuyo gobierno ha defendido enérgicamente la soberanía sobre el canal.
La respuesta del presidente panameño no tardó en llegar. “El Canal de Panamá es y seguirá siendo soberano”, afirmó José Raúl Mulino, presidente de Panamá.
Negó categóricamente cualquier injerencia extranjera, destacando que la operación del canal es totalmente panameña y que no existe presencia china que amenace su integridad.
Las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, históricamente sólidas, podrían entrar en un terreno tenso si Trump intenta ejercer presión diplomática o económica.
Legalmente, cualquier intento de Estados Unidos por recuperar el control del canal violaría los acuerdos bilaterales e internacionales.
El tratado Torrijos-Carter establece que Panamá tiene la soberanía total sobre la infraestructura. Además, cualquier intervención militar o económica sería vista como un retroceso a prácticas imperialistas del siglo pasado.
Gran parte de la preocupación de Trump parece centrarse en la creciente presencia económica de China en América Latina.
Empresas chinas han firmado acuerdos para modernizar infraestructuras clave en la región, incluido el Canal de Panamá.
Aunque no controlan el canal, su influencia ha sido suficiente para que Washington lo perciba como una amenaza estratégica.
Trump ha reiterado su descontento con lo que considera una “traición comercial” hacia Estados Unidos, refiriéndose a los costos que asumen los barcos estadounidenses al transitar por el canal.
Este argumento refuerza su narrativa nacionalista, buscando posicionar a Estados Unidos como la potencia dominante en la región.
Cualquier acción de Trump relacionada con el Canal de Panamá pondría a prueba las alianzas regionales y podría desencadenar una serie de respuestas diplomáticas.
América Latina podría interpretar esta postura como una señal de intervencionismo renovado, complicando las relaciones entre Washington y los gobiernos de la región.
Para los ciudadanos, especialmente los que dependen del comercio y los trámites comerciales asociados al canal, estas declaraciones podrían traducirse en mayores costos y tensiones económicas.
La incertidumbre sobre posibles medidas militares o diplomáticas también genera preocupaciones sobre la estabilidad regional.
No. El tratado Torrijos-Carter, firmado en 1977, estableció la soberanía total de Panamá sobre el canal desde 1999. Cualquier intento de reclamación violaría acuerdos internacionales.
China no controla el canal, pero empresas chinas han participado en proyectos de infraestructura en la región. Esto ha sido percibido como una amenaza por parte de Estados Unidos.
Podría generar tensiones diplomáticas y afectar acuerdos económicos. Panamá podría buscar apoyo de otros actores internacionales para reafirmar su soberanía.
El canal conecta 180 rutas marítimas de más de 170 países, representando el 3% del comercio mundial. Es esencial para reducir costos y tiempo en el transporte marítimo.
No. Tal acción sería ilegal y enfrentaría una fuerte condena internacional, además de romper relaciones con América Latina.
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