Los sarcófagos, conocidos coloquialmente en Cuba como cajas de muerto, constituyen el último vehículo hacia el descanso eterno. Pero hasta la muerte se vuelve una pena en la provincia de Las Tunas, donde la baja disponibilidad de estos bienes convierte un momento de dolor y pérdida en un verdadero calvario.
Fundamentalmente en la ciudad cabecera de Las Tunas, se evidencia este problema. Lo habitual debería ser que, una vez se requieran los servicios funerarios, lleguen lo más pronto posible al sitio donde se encuentra el fallecido para trasladarlo hacia una despedida digna.
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Pero la cruda realidad en esta provincia es que demoran horas en aparecer, y los familiares deben soportar, encima de la pérdida del ser querido, la obligación de verlo palidecer y enfriar sobre el lecho de muerte, en espera de los servicios fúnebres.
Cuando finalmente llega el carro mortuorio, baja entre sus puertas una caja que no merece llamarse sarcófago, hecha fuera de medida, cubierta de telas de mala calidad y con una madera que no garantiza resistencia cuando tres palmos de tierra caigan sobre ella.
En cuanto a la tardanza, en esta ocasión, no hay una relación directa con la morosidad, el burocratismo o la mala gestión del personal funerario, sino por la bajísima disponibilidad de sarcófagos. Se ha llegado al punto en que se retiene al fallecido en su lecho para dar tiempo a confeccionar una caja estándar para él o ella.
Según el director provincial de Servicios Comunales, Rubisnel Pérez González, el problema en el municipio de Las Tunas está relacionado con el alto número de fallecimientos que suceden en este territorio, de personas provenientes de otras localidades, debido a que el municipio alberga los hospitales provinciales y los servicios médicos de mayor relevancia. Como si alguien eligiera fallecer lejos de casa, en un hospital cubano.
Los sarcófagos no alcanzan a producirse en el tiempo necesario, ni siquiera hay posibilidad de poseer una reserva, pues prácticamente todas las materias primas necesarias para su elaboración se encuentran en falta.
“Las empresas forestales de Las Tunas, Mayarí y Moa nos daban, hasta hace poco, la madera que es necesaria para la producción; sin embargo, por decisión nacional, ahora nuestra provincia asume lo que antes suministraba Moa”, esclarece Eiser Prieto Pons, subdirector de Higiene y Necrología en el municipio.
Esta “decisión nacional” privó a Las Tunas de la mejor madera que hasta el momento podían obtener. “Eran cuadrantes de pino especiales para eso y la de aquí de Las Tunas muchas veces es algarrobilla, no es igual, pero con esa estamos trabajando”, declaró el director provincial de Servicios Comunales.
Las telas que recubren los sarcófagos no escapan al problema de la precariedad y la escasez. El suministrador de estos productos a Las Tunas es la empresa textil de Villa Clara, la cual solo ha entregado el 74% de lo acordado hasta la fecha.
Con esta carencia, en el oriental territorio han acudido a las comercializadoras mayoristas para obtener otras telas, de menor calidad y con costos muy superiores al presupuesto asignado.
Escasean hasta las puntillas para unir una tabla de pino a la otra y las telas a la caja. “La muerte debería ser el eterno descanso, pero ya no podemos ni morirnos con tranquilidad”, se le ha escuchado decir a más de un tunero.
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