No hay manera de ocultar la crisis del transporte en Cuba. Las personas emplean cada día tres, cuatro o más horas en paradas, y si pueden acortar distancias caminando lo hacen, con tal de evitar la espera o lo que es casi peor, la batalla que significa abordar un ómnibus atestado de personas.
En algunas provincias los coches tirados por caballos son la solución, y cada día se observan más “riquimbilis”, vehículos con motor de combustión a los cuales se les adaptan remolques con asientos a los lados, que por lo general sirven para transportar entre 6 y 10 personas.
El propio ministro de transporte cubano, Eduardo Rodríguez Dávila, ha tenido que admitir en su página oficial de la red social Facebook la crítica situación de la transportación de pasajeros en la isla, de la cual asevera que se han obtenido resultados decrecientes.
En el primer semestre de 2024 se ha logrado solamente transportar el 72% de los pasajeros previstos para el periodo, lo cual representa un 10% menos de lo alcanzado en el primer semestre de 2023, cuando ya el transporte era un grave problema para los cubanos.
Las cifras de pasajeros transportados en la actualidad se encuentran por la mitad de lo que se lograba en los años previos a la pandemia de Covid 19, a pesar de que entonces el país no había sido golpeado por la ola migratoria que ha logrado disminuir la población del país en al menos 1 millón de habitantes, según datos oficiales.
La falta de vehículos, de piezas y de combustibles son las principales culpables de esta pésima situación. La crisis de insumos de transporte no es exclusiva del sector estatal, se extiende también hacia el privado, provocando que sostener un vehículo ya sea para el uso particular como para la prestación de servicios de transporte, conlleve altos costos y, en ocasiones, se vuelva insostenible.
En La Habana, al ser la capital y la provincia más poblada, y además por tener distancias tan largas entre un punto y otro de la ciudad, es donde peor se vive esta crisis del transporte.
La única opción que queda, un poco segura, es la los taxis colectivos o boteros, los cuales realizan recorridos por tramos entre distintos municipios y Centro habana o el Vedado, cobrando alrededor de 100 pesos por tramo, por lo tanto, la rutas más largas pueden llegar a costar 300 o 400 pesos.
Estos precios se deben a que tanto el combustible como las piezas, los dueños de los autos deben adquirirlas en altos montos, por lo cual deben rentabilizar sus carreras.
La medida tomada por el gobierno para frenar esto fue establecer precios máximos por rutas, de un promedio de 150 por pasajero. Estas tarifas ni siquiera son valoradas por los taxistas o boteros, quienes acuerdan los precios entre ellos y es el pasajero quien decide si admite el costo o espera un ómnibus.
Ante esta situación, se desató una redada en La Habana, con inspectores impostados en diferentes zonas de la capital para controlar los precios y, a quienes los violen, imponerles multas de entre 8 mil y 14 mil pesos.
La respuesta de la mayoría de los boteros ha sido dejar de trabajar mientras dure este proceso de inspección, para evitar tanto las multas como la obligación de cobrar precios que no les son convenientes para el correcto desarrollo de su actividad.
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