
En las últimas semanas, los vecinos de la provincia de Camagüey han comenzado a notar una presencia cada vez más inquietante: grandes caracoles marrones que invaden patios, jardines, terrenos baldíos e incluso espacios cercanos a viviendas y escuelas. No se trata de una curiosidad tropical ni de un nuevo ingrediente exótico: es el caracol gigante africano, una de las especies invasoras más peligrosas del planeta.
Su expansión en Cuba no es nueva, pero en 2025 ha alcanzado niveles alarmantes en el oriente y centro del país, con reportes que confirman colonias en barrios de Camagüey, Nuevitas y municipios rurales. Este fenómeno preocupa por tres razones principales: afecta la agricultura, representa un riesgo sanitario y amenaza la biodiversidad local.
En esta guía te explicamos todo lo que debes saber sobre la plaga: cómo reconocerla, qué riesgos implica, qué se está haciendo y qué puedes hacer tú para contribuir al control de esta especie invasora.
Indice
El Lissachatina fulica, conocido como caracol gigante africano, es un molusco terrestre originario de África oriental que se ha expandido a regiones tropicales y subtropicales de todo el mundo. Puede alcanzar hasta 20 centímetros de largo y 10 de ancho, con una concha cónica de color marrón con franjas oscuras y un cuerpo grisáceo o rosado.
Su capacidad reproductiva es asombrosa: cada ejemplar adulto puede poner hasta 1 200 huevos al año, lo que convierte su control en un desafío enorme una vez que se establece en una zona. Además, se adapta fácilmente a distintos ambientes —selvas, ciudades, zonas agrícolas— y se alimenta de más de 500 especies de plantas, incluyendo cultivos, ornamentales y frutales.
Esta especie fue introducida accidentalmente o como “mascota exótica” en varios países de América Latina. En Cuba se detectó por primera vez hace más de una década, y desde entonces ha sido motivo de campañas de erradicación periódicas.
En 2025, las autoridades sanitarias y medioambientales confirmaron que la plaga se ha expandido sin control en zonas de Camagüey, afectando tanto áreas urbanas como rurales. Los reportes vecinales hablan de patios completamente infestados, paredes cubiertas y terrenos donde decenas de caracoles aparecen tras las lluvias.
Los especialistas advierten que Camagüey se ha convertido en el epicentro de la infestación, aunque se han detectado núcleos en otras provincias centrales. La preocupación radica en que la expansión podría afectar cultivos importantes y aumentar el riesgo de enfermedades parasitarias.
El caracol gigante africano puede portar parásitos peligrosos, entre ellos el Angiostrongylus cantonensis, agente causante de la meningoencefalitis eosinofílica en humanos. Este parásito puede transmitirse si las personas manipulan los caracoles sin protección, consumen vegetales contaminados con su baba o no desinfectan adecuadamente los alimentos.
Los síntomas asociados a esta infección incluyen dolor de cabeza intenso, fiebre, rigidez en el cuello y alteraciones neurológicas. Aunque los casos reportados en Cuba han sido escasos, el riesgo potencial es real, especialmente en zonas donde la plaga prolifera y la educación sanitaria es limitada.
El caracol se alimenta de casi todo tipo de vegetación: hojas tiernas, frutas, flores y cultivos como yuca, plátano, lechuga, boniato o frijol. En los huertos urbanos, donde cada planta cuenta, puede destruir semanas de trabajo en pocas noches.
A nivel ambiental, desplaza a especies nativas de caracoles y altera el equilibrio de los ecosistemas, ya que compite por alimento y espacio con la fauna autóctona. Su baba también puede propiciar la proliferación de hongos y bacterias perjudiciales para otras especies.
Más allá de la biología, la plaga tiene consecuencias visibles en la vida cotidiana. Para muchas familias cubanas, los huertos y jardines son fuentes de alimentación o de ingreso adicional, por lo que los daños se traducen en pérdidas directas. Además, los recursos para el control son escasos, lo que obliga a recurrir a soluciones improvisadas —sal, cal, recogida manual— con resultados limitados.
Ante el avance del caracol, el Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología de Camagüey ha emitido alertas e instruido brigadas de vigilancia. También se promueven acciones de saneamiento en barrios y escuelas para reducir los focos de reproducción.
Entre las medidas aplicadas o recomendadas destacan:
No obstante, las autoridades reconocen que la capacidad de respuesta es limitada, debido a la falta de insumos y la rapidez con que la especie se reproduce. Por eso, la participación ciudadana resulta clave: cada vecino informado puede prevenir un nuevo foco.
El control del caracol gigante africano depende en gran medida de la acción colectiva y responsable.
A continuación, algunas recomendaciones prácticas:
En Camagüey, el caracol africano no solo ha generado alarma, sino también resignación y humor.
Algunos vecinos lo describen como “el nuevo habitante del barrio”, mientras otros lo consideran una amenaza tangible que las autoridades no logran controlar.
En entrevistas locales, varias personas mencionan que se sienten desamparadas ante la falta de orientación clara: no saben si deben avisar al policlínico, al gobierno municipal o al delegado del barrio. Esta incertidumbre ha llevado a experimentos domésticos con todo tipo de sustancias —desde detergentes hasta cloro—, con riesgos adicionales para la salud y el ambiente.
También hay quienes proponen aprovechar la especie con fines alimentarios o artesanales, pero los especialistas lo desaconsejan de manera rotunda: el riesgo sanitario es demasiado alto.
El debate ha llegado incluso a las redes sociales, donde circulan fotos, memes y videos de los “gigantes” invasores.
La experiencia internacional demuestra que erradicar completamente el caracol gigante africano es casi imposible una vez establecido, pero sí puede controlarse su expansión mediante estrategias combinadas: educación, limpieza, vigilancia y coordinación institucional.
En el contexto cubano, los desafíos principales son:
A mediano plazo, la solución pasa por un enfoque integral y comunitario:
Cuba tiene experiencia en enfrentar retos biológicos —desde mosquitos hasta marabú—, y este puede ser un nuevo terreno para demostrar la capacidad de respuesta de la población organizada.
El caracol gigante africano no es solo una curiosidad natural, sino una amenaza real para la salud, la agricultura y el entorno cubano.
Su presencia creciente en Camagüey exige vigilancia, acción coordinada y conciencia ciudadana.
Cada persona puede ser parte de la solución: identificando, informando y actuando con responsabilidad.
Si se combina la información con la cooperación, Cuba puede contener esta invasión antes de que sus consecuencias sean irreversibles.
El reto no es solo eliminar al caracol, sino construir una cultura ambiental sólida que impida que futuras especies invasoras repitan esta historia.
Sí. Puede portar parásitos dañinos para la salud humana. Siempre usa guantes o bolsas plásticas si debes retirarlo.
No. Su consumo no es seguro y está desaconsejado por autoridades sanitarias.
Contacta al centro de higiene o gobierno local y evita manipularlos sin protección.
No. Hay reportes en varias provincias, aunque Camagüey es actualmente la más afectada.
Entre 5 y 9 años, dependiendo de las condiciones ambientales.
Por su enorme capacidad reproductiva y porque carece de depredadores naturales en Cuba.
El problema no es solo de Camagüey ni del Estado: es de todos. La información, la prevención y la acción colectiva son las herramientas más poderosas para proteger la salud, los cultivos y la biodiversidad del país. Si ves un caracol gigante africano, no mires hacia otro lado: repórtalo, elimínalo correctamente y comparte la información.
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